Es habitual observar cómo la gente en los gimnasios entrena con más
énfasis, otorgándole más tiempo y esfuerzo a aquellos músculos que
considera que debe trabajar en función de unos cánones estéticos
establecidos por no se sabe quién. He tenido gente que me ha dicho que
sólo quería trabajar bíceps, o abdominales, o cualquier otra parte del
cuerpo, porque el resto le daba igual. Curiosamente nadie me ha dicho lo
mismo de las piernas o alguno de los músculos alojados en ellas.
Por desgracia para esta gente, además de no obtener el desarrollo
muscular que les gustaría, por una mera cuestión hormonal de la que
tantas veces antes he hablado en este blog, también están poniendo en
serio riesgo su salud, más concretamente la de sus articulaciones.
El trabajo específico de una selección de músculos predispone al
desequilibrio de fuerzas que afectan a la correcta colocación de la
estructura, más concretamente a la alineación de las articulaciones, lo
que provoca un mayor desgaste de esta y una sobrecarga en ciertos
tejidos que, en muchos casos, acaba provocando lesiones crónicas que no
solucionaremos hasta que la articulación recupere su equilibrio. Da
igual el frío que os pongáis, los tratamientos
de fisioterapia a los que os sometáis, o los antiinflamatorios que
toméis, mientras no solucionéis este desequilibrio el dolor volverá y lo
peor de todo: vosotros mismos os lo habréis provocado por un
entrenamiento negligente.
Ejercicios multiarticulares como
los movimientos olímpicos y cualquiera de sus variantes, entre otros
muchos, implican una cantidad de músculos en todos los planos, evitando
esta clase de problemas pero, sin embargo, son los grandes olvidados en
todas las salas de entrenamiento. En su lugar, solemos encontrar las
máquinas mal denominadas “de musculación” apenas funcionales pero que,
eso si, tienen unos tapizados estupendos. Últimamente he visto incluso
máquinas que te cuentan el tiempo bajo tensión y el descanso, como si
cada uno no pudiera llevar su propio reloj.
Desde 1988, gracias a los estudios llevados a cabo por Baratta, se
conoce el importante trabajo de la musculatura antagonista en el proceso
de estabilización de la articulación. Sus estudios demostraron que su
coactivación resulta determinante para mantener estable la distribución
de presiones sobre la superficie de la articulación, evitando posibles
lesiones y problemas a largo plazo derivados del exceso desgaste. Una
incorrecta tensión por parte de la musculatura antagonista, junto con
músculos excesivamente hipertrofiados aumenta dramáticamente, según este
investigador, el riesgo de sufrir lesiones graves. De ahí la
importancia del equilibrio estructural en el diseño de todo plan de
entrenamiento.
Si nos fijamos en la preparación física de los esquiadores, uno de los
deportes que mayor fuerza y resistencia requiere en los cuádriceps, la
mayor parte de su trabajo de acondicionamiento físico fuera de temporada
se lo llevan los isquiotibiales, suponiendo prácticamente el 100%
durante la propia temporada. ¿Qué sentido tiene esto, sobre todo si nos
basamos en el principio de especificidad? La razón está clara. La
práctica del propio deporte a nivel de competición mantiene los niveles
de fuerza en la musculatura agonista (cuádriceps), perdiendo poco a
poco, conforme avanza la temporada, la fuerza en isquiotibiales en caso
de no trabajarlos, lo que aumentaría progresivamente el desequilibrio
entre cadena anterior y posterior incrementando radicalmente el riesgo
de lesión conforme avanza la temporada. Imaginad el desastre que se
podría montar si pensáramos que debido a la propia naturaleza del deporte es precisamente el grupo cuádriceps el que debemos trabajar y no el antagonista.
Además, si nos centramos únicamente en aspectos relacionados con el
propio rendimiento, también resulta fundamental trabajar el antagonista
para evitar estancarnos. El organismo es muy sabio y, aunque te empeñes
en ello, no va a dejar que te hagas daño fácilmente. Es por ello que en
caso de disponer de una musculatura antagonista no capacitada para
asegurar el movimiento el organismo tiene la capacidad de limitar el
impulso nervioso evitando que sigas progresando y aumentando el riesgo
de autolesionarte.
Por Guillermo Alvarado
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