La simple visión de unos brazos musculosos me aceleraba el pulso cuando era un niño. Sabía que éstos representaban la fuerza y la potencia. Al fin y al cabo Cassius Clay los tenía grandes y todos los héroes de los cómics también, así que sin lugar a dudas los brazos eran el sello de lo sobrenatural.
Pero durante mucho tiempo pensé que el brazo lo componía un único músculo: el bíceps.
Durante años me obsesioné con el bíceps, pero mis brazos no pasaban de ser un poco mejor que los de alguien que no se entrenaba, hasta que comprendí que el verdadero artífice del tamaño del brazo no es el bíceps, sino el tríceps.
Tanto es así que dos tercios de la medida de la parte superior del brazo corresponde al tríceps, así que si queréis unos brazos impresionantes más vale que os pongáis ahora mismo a machacar ese músculo de tres cabezas que ocupa la cara posterior y superior del brazo.
Una vez caí ante una foto de tríceps de Bill Pearl, aquella en la que agarra el brazo con la otra mano pasada por detrás del cuerpo. Esa imagen fue como si alguien encendiera de golpe la luz ante mí. Enseguida comprendí que el verdadero potencial de crecimiento del brazo lo proporciona el tríceps. A partir de ese momento comencé a ver de forma distinta los brazos. Un brazo flexionado no se ve muy grande por la protuberancia de carne que se contrae y sube hacia arriba, el bíceps, sino por la cantidad de carne que cuelga por detrás, desde el codo a la axila.
Otra foto que me impresionó fue la de Sergio Oliva haciendo press francés sentado, porque sus brazos eran tan grandes como su cabeza. Cuando Sergio hacía un doble bíceps sus brazos eran enormes, a pesar de que los bíceps no tuvieran pico ni subiesen demasiado, sino que tenían tal cantidad de masa por debajo del codo que parecían la panza de una enorme orca.
Cuando a principios de los años 70 Oliva pasó una temporada en Florida para entrenar con el mítico Arthur Jones, el creador de las máquinas Nautilus, éste midió el brazo del cubano afincado en EEUU y comprobó que era más grande que su cabeza. Y como digo en él predominaba el tríceps.
Comencé a estudiar los brazos de los grandes campeones y no tardé en comprobar que aquellos que eran más impresionantes lo eran precisamente gracias a los tríceps, no a los bíceps. Incluso los que han destacado por sus bíceps tenían formidables tríceps o de lo contrario hubiesen pasado desapercibidos, porque aunque la vistosidad pueda acapararla el bíceps cuando se contrae, sin la base del tríceps no sería más que un efecto curioso.
Por todo ello, dejadme deciros que nunca tendréis unos brazos impresionantes si no desarrolláis los tríceps al máximo de su potencial.